Había una vez una princesa tan delicada tan delicada...

Hoy al llegar a casa hice la comida rápidamente, que se me echaba el tiempo encima. Guisantitos con jamón y brochetas de pollo. Perfecto. ¡Y qué bien huele!
¿Mejor sabrá?
Pues no sé.
Preguntadle al suelo

Murphy me tiene enfilada, en serio.
El día que llego más tarde a casa, que voy con la hora pegadísima, no se me puede caer con cualquier otra cosa no...guisantes.
Me acordé de vosotros en ese momento. Sabía lo mucho que os reiríais de mí (conmigo, quiero decir)
Total que pongo otros a cocinarse mientras recojo los trozos de plato. Barro los cientos de guisantes (Malditas bolas diabólicas verdes. Con lo bien que estaría habiendo hecho algo más grande. En fin, peor sería que fuera arroz. Pero como alguien me cuente la historia aquella de la Princesa y el guisante, el único y solitario guisante de mierda, lo mando a tomar por culo) (mi grado de tensión aumenta. ¿Se nota?
Friego el suelo en condiciones para que no quede marca.
Y cuando me da por mirarme el dedo estoy sangrando (¿mmm por qué será que a menudo no me entero cuando me hago heridas si no es por la sangre? O voy demasiado a mi bola, o las migrañas me están haciendo insensible al dolor)
Así que ahora llevo una tirita fea en el dedo índice. A mí no me parece tan tan fea, pero al touchpad del portátil sí, así que me toca usar el corazón para que lo reconozca en una postura extraña.
Un coñazo, y más teniendo en cuenta que tengo que usar bastante el ordenador estos días.

En fin, que después del diita que llevo sin parar, creo que esta noche no me hará falta mi nueva adquisición para conseguir dormir rápido. Aunque voy de café hasta las cejas.
(os lo enseño porque Otoño me lo ha pedido :P)