Si hay que pisar cristales, que sean de Bohemia

Cuando era pequeña tenía el pelo negro y con unos tirabuzones preciosos, unos ojos enormes y una lengua de trapo que sólo mi familia entendía.
Me gustaba escuchar música con mi tía. Pero más que escuchar, prefería cantar y que me grabaran. Tenía un pequeño radiocasete con micrófono, y hacía entrevistas a quien pasara por casa, amenizadas con alguna cancioncilla de vez en cuando.
Tengo una mítica, a mi madre, en la que le interrogo sobre que hace un día que no había dormido porque salía de trabajar.
Es BRUTAL.

Pues bien, entre mi repertorio, además de las canciones que me enseñaban las monjas para esas veces que íbaos con flores a María (que madre nuestra es), y de las infantiles de una cinta (oh dios, qeu vieja soy..cinta!) en la que cantaban con acento argentino, tenía unas que siempre prefería.
¿Qué quieres cantar?
-La del pirata cojo (con parche en el ojo, con pata de palo, con cara de malo). Lo tenía muy claro. Me gustaba el flaco del bombín, aunque me gustaba más si la mujer que cantaba con él, se quedaba en casa.

Luego empecé a leer y dejé un poquito al poeta para compartirlo con muchos otros.
Pero ayer, 18 años después, volví a cantar a voz en grito La del pirata cojo. Y todas las demás, de antes y de ahora. Incluída la que ha dedicado a Praga, en la que casi nos cruzamos, él buscando inspiración. Yo sin buscar nada, pero encontrando mucho.




(si algún día Youtube deja de odiarme, colgaré en mi canal los videos que hice)