Cada día tengo más claro que hay promesas que no valen nada. Y que las más valiosas son las que no llegan a pronunciarse, esas que no necesitan de palabras vacías para parecer reales, y que sin embargo, lo son.
Que a veces, quien menos te lo esperabas te sorprende estando ahí. Sacándote una sonrisa cuando más lo necesitas y haciéndote reír a carcajadas donde menos deberías hacerlo. Pero ¡Qué coño! Para llorar, posiblemente, ya habrá tiempo (que no ganas)
Y es que, aunque haya quien prometa sin que ello valga nada, yo prometo dedicarme solamente a mí.
Porque hay muchos planes, viajes, conciertos y totales idas de olla.
Y sobre todo gente con quien llevarlas a cabo. La suficiente como para entender que si alguien falta, quizá no mereciera estar en ese hueco de vida (que no al revés)
Porque sí, parece que el tiempo pone a cada uno en su lugar (y no me importa dar la razón cuando sé que es lo justo, que de orgullo vamos justos y no hace falta derrocharlo)
Ya va tocando ser FELIZ de nuevo, y es tan fácil (o difícil, según se piense) como mirar alrededor y apreciar lo bueno que trata de tapar la mierda. Y un día, mirar hacia delante, y darse cuenta de que quizá, y solo quizá, este era un descenso más antes del gran looping.
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Que no dejas que te quieran, sólo quieres que te abracen...