Desde el descubrimiento de la supuesta tumba del apóstol Santiago comenzó la peregrinación a Santiago de Compostela para venerar su reliquias, con especial interés durante la Edad Media ya que además de servir para purgar los pecados y así salvar su alma, los favores del Santo incluían milagrosas curaciones de enfermos.
Empecemos por el principio...
Durante la Edad Media, fue muy común en Centro y Norte Europa la enfermedad conocida como Fuego de San Antonio, que producía alucinaciones (entre otros síntomas neurológicos)y un frío intenso, seguido de fuerte quemazón y dolor en las piernas. Además, las mujeres enfermas por este mal que estaban embarazadas abortaban.
Algunas personas morían, otros afortunados conseguían sobrevivir con amputaciones.
Sin duda algo tan horrible sólo podría ser cosa del demonio (o de las brujas) y como tal, únicamente podría curarse con intercesión divina.
Así que cientos de peregrinos llegaban a España desde muchos puntos de Europa para lograr su curación y ¡Oh! ¡Milagro!, se curaban, no sin antes recibir los cuidados de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio, que tenían sus conventos a orillas del camino.
Y es que lo que les ocurría no era otra cosa que una intoxicación por cornezuelo del centeno, un simpático hongo que parasita el centeno cuando este se conserva en ambienteshúmedos. El cornezuelo tieneergolinas (alcaloides a partir de los cuales se puede sintetizar, por ejemplo, LSD) y cuya intoxicación, al ingerirlo (en el pan, por ejemplo) produce síntomas neurológicos y vasoconstricción arterial en las extremidades, especialmente en las piernas (que si es prolongada, lleva a la gangrena del miembro con el horrible dolor que esto supone).
La curación se producía por algo tan simple como dejar de comer pan de centeno (tan típico en Centro Europa) y comer pan de trigo, que nos gusta más por estas tierras (y también le gusta mucho menos al cornezuelo). Eso sí, el pan que los Hermanos Antonianos daban a los peregrinos estaba bendecido por intercesión de las reliquias de San Antonio (true story)
¡Milagro!